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  • Foto del escritorKarolien Willems

Sobre el lenguaje, los idiomas y la traducción


El lenguaje rara vez es un fin en sí mismo. Tampoco es algo simple y absoluto. El lenguaje solo cobra sentido cuando lo ponemos a trabajar y producimos un texto. Cada palabra escrita o hablada forma parte de un puzle lingüístico de miles y miles de piezas con infinitas posibilidades y efectos que, de una manera u otra, pone en marcha la comunicación.


En el mundo se hablan miles de lenguas, muchas de las cuales formadas por decenas de dialectos. Cada individuo a su vez tiene su propio deje y acento, habilidades lingüísticas específicas y, sobre todo, su propio contexto lingüístico. Y aun así, o precisamente por esta razón, nos comunicamos constantemente. Siempre estamos reinterpretando los actos lingüísticos de otros para adecuarlos a nuestra experiencia. Y cuando dicha reinterpretación ya no es posible, porque la brecha entre el idioma del hablante/escritor y el del oyente/lector es demasiado grande, necesitamos un traductor o un intérprete, un profesional que restaure el puente de comunicación.


A menudo se afirma que la traducción es imposible, que una traducción siempre traiciona el mensaje original. Este es probablemente el caso de los textos literarios y poéticos que, más que un mero acto de comunicación, son obras de arte talladas en una lengua. ¿Pero por qué no ser más optimistas cuando se trata de un texto comercial, un manual, una carta de empresa, un libro de cocina, una página web o un artículo científico? Se trata de mensajes más o menos inequívocos que se pueden transferir perfectamente de un sistema lingüístico a otro.


Ni falta hace decir que la traducción no es una cuestión de transferencia mecánica, sino una interacción de factores lingüísticos y socioculturales en la que las dificultades como los juegos de palabras, las frases hechas y las referencias culturales no son insuperables, sino más bien un desafío fascinante para el lingüista. La traducción es una profesión multifacética que requiere no solo gramática, vocabulario y estilo, sino también conocimiento del mundo y de la naturaleza humana. ¡Y claro está que la traducción automática todavía no dispone de estos conocimientos!

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